Leí en un artículo que la imagen corporativa podría compararse con la estética que todos queremos mostrar a los demás. Me explico. Un hombre elegante, antes de salir de casa, trata de elegir su ropa de forma que los colores, tejidos, así como los estilos, combinen perfectamente entre sí. Pero no sólo eso, sino que repite esa acción con los calcetines, el cinturón y los zapatos, así como con el abrigo y la corbata.
Una imagen perfecta que pretende transmitir al resto. Ahora bien, esa imagen que se quiere dar, es preferible que se corresponda con lo que realmente representa. De lo contrario, la decepción que provocará será estrepitosa. Y es que el dicho "las apariencias engañan" no se aleja mucho de la realidad.
Una empresa debe recoger todas sus virtudes, formas de trabajo y actitudes, meterlo todo en una batidora y utilizar el resultado como imagen. Pero debe ser fiel a lo que quiere mostrar. Debe ser fiel a aquellos a quienes pretende convencer con su "físico". Algo bonito por fuera y hueco por dentro tiene un corto kilometraje. Porque no todo en la vida es tener una cara bonita.
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